Oraciones más frecuentes«La oración es la elevación del alma a Dios o la petición a Dios de bienes convenientes» (San Juan Damasceno). ¿Desde dónde hablamos cuando oramos? ¿Desde la altura de nuestro orgullo y de nuestra propia voluntad, o desde «lo más profundo» (Salmo 130, 1) de un corazón humilde y contrito? El que se humilla es ensalzado. La humildad es la base de la oración. «Nosotros no sabemos pedir como conviente» (Rm 8, 26). La humildad es una disposición necesaria para recibir gratuitamente el don de la oración: el hombre es mendigo de Dios (San Agustín).

Catecismo de la Iglesia Católica

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Estas son las oraciones que con más frecuencia utilizamos para dirigirnos a Dios, a Jesús y a su Santísima Madre:


La señal de la Santa Cruz

Es la señal del cristiano, pues en ella murió jesús para salvar a los hombres de sus pecados.

Por la señal de la Santa Cruz,
de nuestros enemigos, líbranos,
Señor, Dios nuestro,
En el nombre del Padre y del Hijo
y del Espíritu Santo.
Amén.

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El Padrenuestro

Es la oración que nos enseñó el mismo Jesús.

Padre nuestro
que estás en el cielo,
santificado sea tu nombre;
venga a nosotros tu reino;
hágase tu voluntad
en la tierra como en el cielo.
Danos hoy nuestro pan de cada día:
perdona nuestras ofensas,
como también nosotros perdonamos a los que nos ofenden;
no nos dejes caer en la tentación,
y líbranos del mal.
Amén.

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El Avemaría

En ella repetimos muchas veces las palabras que escuchó la Virgen del Ángel y de santa Isabel, y las que le han dicho los buenos hijos de la Iglesia desde hace ventiún siglos.

Dios te salve, María;
llena eres de gracia;
el Señor es contigo;
bendita Tú eres
entre todas las mujeres,
y bendito es el fruto de tu vientre,
Jesús.

Santa María, Madre de Dios,
ruega por nosotros, pecadores,
ahora y en la hora de nuestra muerte.
Amén.

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Gloria al Padre

Es un canto de alabanza dirigido a la Santísima Trinidad.

Gloria al Padre y al Hijo
y al Espíritu Santo,
como era en el principio, ahora y siempre,
por los siglos de los siglos.
Amén.

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La Salve

Es una súplia a Santa María Reina, que lo puede todo, pidiéndole su ayuda y protección.

Dios te salve,
Reina y Madre de misericordia,
vida y dulzura,
esperanza nuestra.
Dios te salve.

A Ti clamamos los desterrados hijos de Eva.
A Ti suspiramos, gimiendo y llorando,
en este valle de lágrimas.
Ea, pues, Señora, abogada nuestra,
vuelve a nosotros
esos tus ojos misericordiosos;
y después de este destierro
muéstranos a Jesús,
fruto bendito de tu vientre.

¡Oh, clementísima!
¡Oh, piadosa!
¡Oh, dulce Virgen María!

Ruega por nosotros, Santa Madre de Dios,
para que seamos dignos de alcanzar
las promesas de Nuestro Señor Jesucristo.
Amén.

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Señor mío, Jesucristo

Llamada también «acto de contricción», es un modo de decir al Señor que nos arrepentimos y que no queremos ofenderlo más.

¡Señor mío, Jesucristo!
Dios y Hombre verdadero,
Creador, Padre y Redentor mío;
por ser Vos quien sois, Bondad infinita,
y porque os amo sobre todas las cosas,
me pesa de todo corazón
haberos ofendido;
también me pesa porque podéis castigarme
con las penas del infierno.

Ayudado de vuestra divina gracia,
propongo firmemente nunca más pecar,
confesarme y cumplir la penitencia
que me fuere impuesta.
Amén.

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El Credo

Es la confesión de nuestra fe, en la que declaramos verdades que creemos, reveladas por Dios a los hombres.

Creo en Dios,
Padre Todopoderoso,
Creador del cielo y de la tierra.

Creo en Jesucristo,
su único hijo, Nuestro Señor,
que fue concebido por obra y gracia del Espíritu Santo;
nació de Santa María Virgen,
padeció bajo el poder de Poncio Pilato,
fue crucificado, muerto y sepultado,
descendió a los infiernos,
al tercer día resucitó entre los muertos,
subió a los cielos,
y está sentado a la derecha de Dios, Padre Todopoderoso,
desde allí ha de venir a juzgar a vivos y muertos.

Creo en el Espíritu Santo,
la Santa Iglesia Católica,
la comunión de los santos,
el perdón de los pecados,
la resurrección de la carne
y la vida eterna.
Amén.

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