Tanto en el Antiguo como en el Nuevo Testamento, algunos elementos de esa Revelación fueron puestos por escrito, dando lugar a los 72 libros de la Sagrada Escritura. Ahora bien, no todo lo revelado por Dios está contenido en la Escritura. Un ejemplo claro es el Nuevo Testamento, que no recoge toda la predicación de Jesucristo. Tal y como san Juan escribió: Muchas otras señales hizo Jesús en presencia de sus discípulos que no están en este libro; y estas fueron escritas para que creáis que Jesús es el Mesías, Hijo de Dios, y para que, creyendo, tengáis vida en su nombre (Jn 20, 30).Dios de reveló muchas veces en el Antiguo Testamento a los Patriarcas y a los Profetas. En el Nuevo Testamento se reveló por Jesucristo (cf. Hb 1, 1-4). Esta revelación es primero oral, luego se pone por escrito, y siempre ha de ser conservada, hasta el fin de los tiempos.
Esa revelación no escrita es lo que denominamos Tradición, que no es solo lo acontecido y no escrito, sino que abarca más. Por ejemplo, la misma vida y milagros de Jesús, antes de ponerse por escrito, eran Tradición, y así lo fue para la primera generación cristiana. Y, cuando ya apareció la Escritura, la Tradición continuaba incluyendo otras muchas cosas: por jemplo, el modo de vivir de los primeros cristianos, las enseñanzas de los Padres de la Iglesia, las celebraciones litúrgicas, las devociones nacidas a lo largo de la historia en las diversas parts del mundo, etc.
Esta diversidad, oral y escrita, en la Revelación ya fueron contempladas por Jesús en su plan salvador. Con el fin de que se conservaran íntegras sus enseñanza y de que fuesen fielmente custodiadas e interpretadas, Jesús instituyó su Iglesia sobre los Apóstoles, quienes, para cumpli este cometido en el tiempo, eligieron sucesores. Los sucesores de los Apóstoles so los obispos presididos por el Papa, sucesor de san Pedro en la sede romana. Sus enseñanza se denominan Magisterio de la Iglesia. El Magisterio enseña la verdad sobre la Sagrada Escritura y la Tradición a todos los fieles de la Iglesia a través de los tiempos, pues tiene la misión de interpretarlas de modo auténtico. Es de admirar la armonía que existe entre estos tres elementos, Sagrada Escritura, Tradición y Magisterio de la Iglesia, dispuestos por Jesús como garantía de que la Iglesia mantendrá su doctrina invariable a través de todos los tiempos. La historia es testigo de cuánto ha cambiado la cultura humana a lo largo de los siglos. Pues bien, Jesucristo puso los medios para que el recuerdo de su Persona y de sus enseñanzas no estuviesen sometidos a los cambios y modas de los tiempos.
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