Evangelio del día: El grano de mostaza

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Lucas 17, 1-6. Lunes de la 32.ª semana del Tiempo Ordinario. Pecadores, sí; corruptos, no.

Después dijo a sus discípulos: «Es inevitable que haya escándalos, pero ¡ay de aquel que los ocasiona! Más le valdría que le ataran al cuello una piedra de moler y lo precipitaran al mar, antes que escandalizar a uno de estos pequeños. Por lo tanto, ¡tengan cuidado! Si tu hermano peca, repréndelo, y si se arrepiente, perdónalo. Y si peca siete veces al día contra ti, y otras tantas vuelve a ti, diciendo: «Me arrepiento», perdónalo». Los Apóstoles dijeron al Señor: «Auméntanos la fe». El respondió: «Si ustedes tuvieran fe del tamaño de un grano de mostaza, y dijeran a esa morera que está ahí: «Arráncate de raíz y plántate en el mar», ella les obedecería.

Sagrada Escritura en el portal web de la Santa Sede

Lecturas

Primera lectura: Carta de san Pablo a Tito, Tit 1, 1-9

Salmo: Sal 24(23), 1-6

Oración introductoria

Señor, antes de iniciar mi meditación te pido me perdones por todas las veces en que he sido ocasión de pecado y dame la bondad y el amor necesario para que yo también perdone de corazón todas aquellas ofensas que me han herido o molestado.

Petición

Jesús, no permitas que el resentimiento, el enojo o la ira dominen mi interior y dame un corazón misericordioso, como el tuyo.

Meditación del Santo Padre Francisco

«Pecadores sí, corruptos no». El Papa Francisco, durante la misa celebrada el lunes 11 de noviembre volvió a hablar de la corrupción, mejor de los corruptos, cuya «doble vida» les hace semejantes «a una podredumbre barnizada».

La reflexión del Pontífice partió de la lectura de un pasaje del evangelio de san Lucas (17, 1-6): «Si tu hermano te ofende, repréndelo; y si se arrepiente, perdónalo. Si te ofende siete veces en un día, y siete veces vuelve a decirte: «me arrepiento», lo perdonarás». «Cuando leo este pasaje —confesó— veo siempre un retrato de Jesús. Lo hemos escuchado muchas veces: Él no se cansa de perdonar. Y nos aconseja hacer lo mismo». El Obispo de Roma se centró luego en la figura del pecador que pide perdón, pero estando incluso verdaderamente arrepentido cae una vez más y cae más veces en el pecado. Él, explicó el Papa, «se arrepiente pero no puede salir de esto; es débil. Es la debilidad del pecado original». Está la buena voluntad, pero está también la debilidad y «el Señor perdona». La única condición es «ir a Él —agregó— y decir: «He pecado, perdóname. Quisiera no hacerlo más, pero soy débil». Éste es el pecador». Y la actitud de Jesús es siempre la del perdón.

En el pasaje del Evangelio hay otro episodio en el cual, destacó el Obispo de Roma, Jesús dice: «¡Ay de quien provoca escándalos!». Jesús, explicó, «no habla del pecado sino del escándalo», y dice: «Al que escandaliza a uno de estos pequeños, más le valdría que le ataran al cuello una piedra de molino y lo arrojasen al mar. Tened cuidado». El Pontífice se preguntó: «¿Pero qué diferencia hay entre pecar y escandalizar? ¿Qué diferencia hay entre pecar y hacer algo que provoca escándalo y hace mal, mucho mal?». La diferencia, dijo, es que «quien peca y se arrepiente pide perdón, se siente débil, se siente hijo de Dios, se humilla y pide la salvación de Jesús. Pero quien provoca escándalo no se arrepiente y sigue pecando fingiendo ser cristiano». Es como si condujera «una doble vida» y, agregó, «la doble vida de un cristiano hace mucho mal».

Al respecto, el Pontífice recordó como ejemplo a quien mete la mano en el bolsillo y hace ver que ayuda a la Iglesia mientras que con la otra roba «al Estado, a los pobres». Este «es un injusto» para quien hubiera sido mejor —«y no lo digo yo sino Jesús», subrayó el Papa— que le pusieran una piedra de molino y lo tirasen al mar. No se habla aquí de perdón, «porque esta persona engaña», dijo el Papa haciendo luego referencia a la primera lectura, tomada del libro de la Sabiduría (1, 1-7), donde se lee: «El espíritu educador y santo huye del engaño, se aleja de los pensamientos necios y es ahuyentado cuando llega la injusticia» (v. 5).

«Donde hay engaño —comentó el Papa Francisco— no está el Espíritu de Dios. Ésta es la diferencia entre pecador y corrupto. Quien hace una doble vida es un corrupto. Quien peca, en cambio, quisiera no pecar, pero es débil y se encuentra en una condición en la que no puede encontrar una solución, pero va al Señor y pide perdón. A éste el Señor le quiere, le acompaña, está con él. Y nosotros debemos decir, todos nosotros que estamos aquí: pecadores sí, corruptos no». Los corruptos, explicó una vez más el Papa, no saben lo que es la humildad. Jesús los compara con los sepulcros blanqueados: bellos por fuera pero por dentro están llenos de huesos putrescentes. «Y un cristiano que presume de ser cristiano pero no vive como cristiano —destacó— es un corrupto».

Todos conocemos a alguien que «está en esta situación y todos sabemos —agregó— cuánto mal hacen a la Iglesia los cristianos corruptos, los sacerdotes corruptos. ¡Cuánto mal hacen a la Iglesia! No viven en el espíritu del Evangelio, sino en el espíritu de la mundanidad. Y san Pablo lo dice claramente a los romanos: No os amoldéis a este mundo (cf. Rm 12, 2). Pero en el texto original es aún más fuerte: no entrar en los esquemas de este mundo, en los parámetros de este mundo, porque son precisamente éstos, esta mundanidad, que llevan a la doble vida».

Concluyendo, el Santo Padre dijo: «Una podredumbre barnizada: ésta es la vida del corrupto. Y Jesús a éstos no les llamaba sencillamente pecadores. Sino que les decía hipócritas». Jesús, recordó una vez más, perdona siempre, no se cansa de perdonar. La única condición que pide es que no se quiera seguir esta doble vida: «Pidamos hoy al Señor huir de todo engaño, de reconocernos pecadores. Pecadores sí, corruptos no».

Santo Padre Francisco: Pecadores sí, corruptos no

Homilía del lunes, 11 de noviembre de 2013

Meditación del Santo Padre emérito Benedicto XVI

[…] La segunda parábola utiliza también la imagen de la siembra. Aquí, sin embargo, se trata de una semilla específica, el grano de mostaza, considerada la más pequeña de todas las semillas. Pero, a pesar de su pequeñez, está llena de vida, y al partirse nace un brote capaz de romper el terreno, de salir a la luz del sol y de crecer hasta llegar a ser «más alta que las demás hortalizas» (cf. Mc 4, 32): la debilidad es la fuerza de la semilla, el partirse es su potencia. Así es el reino de Dios: una realidad humanamente pequeña, compuesta por los pobres de corazón, por los que no confían sólo en su propia fuerza, sino en la del amor de Dios, por quienes no son importantes a los ojos del mundo; y, sin embargo, precisamente a través de ellos irrumpe la fuerza de Cristo y transforma aquello que es aparentemente insignificante.

La imagen de la semilla es particularmente querida por Jesús, ya que expresa bien el misterio del reino de Dios. En [la parábola] de hoy ese misterio representa un «crecimiento» y un «contraste»: el crecimiento que se realiza gracias al dinamismo presente en la semilla misma y el contraste que existe entre la pequeñez de la semilla y la grandeza de lo que produce. El mensaje es claro: el reino de Dios, aunque requiere nuestra colaboración, es ante todo don del Señor, gracia que precede al hombre y a sus obras. Nuestra pequeña fuerza, aparentemente impotente ante los problemas del mundo, si se suma a la de Dios no teme obstáculos, porque la victoria del Señor es segura. Es el milagro del amor de Dios, que hace germinar y crecer todas las semillas de bien diseminadas en la tierra. Y la experiencia de este milagro de amor nos hace ser optimistas, a pesar de las dificultades, los sufrimientos y el mal con que nos encontramos. La semilla brota y crece, porque la hace crecer el amor de Dios. Que la Virgen María, que acogió como «tierra buena» la semilla de la Palabra divina, fortalezca en nosotros esta fe y esta esperanza.

Santo Padre emérito Benedicto XVI

Ángelus del domingo, 17 de junio de 2012

Catecismo de la Iglesia Católica, CEC

III. Vida moral y testimonio misionero

2044 La fidelidad de los bautizados es una condición primordial para el anuncio del Evangelio y para la misión de la Iglesia en el mundo. Para manifestar ante los hombres su fuerza de verdad y de irradiación, el mensaje de la salvación debe ser autentificado por el testimonio de vida de los cristianos. “El mismo testimonio de la vida cristiana y las obras buenas realizadas con espíritu sobrenatural son eficaces para atraer a los hombres a la fe y a Dios” (AA 6).

2045 Los cristianos, por ser miembros del Cuerpo, cuya Cabeza es Cristo (cf Ef 1, 22), contribuyen a la edificación de la Iglesia mediante la constancia de sus convicciones y de sus costumbres. La Iglesia aumenta, crece y se desarrolla por la santidad de sus fieles (cf LG 39), “hasta que lleguemos al estado de hombre perfecto, a la madurez de la plenitud en Cristo” (Ef 4, 13).

2046 Llevando una vida según Cristo, los cristianos apresuran la venida del Reino de Dios, “Reino de justicia, de verdad y de paz” (Solemnidad de N. Señor Jesucristo Rey del Universo, Prefacio: Misal Romano). Esto no significa que abandonen sus tareas terrenas, sino que, fieles a su Maestro, las cumplen con rectitud, paciencia y amor.

Catecismo de la Iglesia Católica

Propósito

Cuando alguien nos escandalice con su conducta, no juzguemos y sepamos perdonarle de corazón, sabiendo que quien confía en el poder de Dios, puede trasplantar un árbol al mar.

Diálogo con Cristo

Señor, te pido perdón por las veces que me he olvidado de Ti. Perdón por todo lo que te haya podido lastimar. Perdón, porque he sido capaz de herirte en mis hermanos. Gracias por tu perdón, Señor, confío en tu misericordia infinita.

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