Encuentro 1. El Señor es mi luz y mi salvación

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Objetivos

Reconocer la Persona de Jesús como luz para nuestra vida.

Crecer en la experinecia orante pidiéndole a Dios que avive en cada uno la llama de la fe.

Reconocer que en el bautismo somos hechos hijos de Dios y miembros de la Iglesia

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Encuentro 1. El Señor es mi luz y mi salvación

 

Himno oficial de la JMJ 2013 en Río de Janeiro.

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[ DIOS NOS HABLA ]

My Last Day, «Mi último día», es un corto animado del 2011, basado en las peliculas La vida pública de Jesús de 1979 y La pasión de Cristo de 2004.

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[ EXPLICACIÓN DE LA FE ]

Vídeo «El Bautismo» de la serie Iglesia y Sacramentos de Editorial Casals.

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[ TESTIGO DE FE Y MISERICORDIA ]

Vida de santo Domingo Savio: articulo de EWTN

Vida de santo Domingo SavioDomingo significa: El que está consagrado al Señor.

Entre los miles de alumnos que tuvo el gran educador san Juan Bosco, el más famoso fue Santo Domingo Savio, joven estudiante que murió cuando apenas le faltaban tres semanas para cumplir sus 15 años.

Domingo Savio nació en Riva de Chieri (Italia) el 2 de abril de 1842. Era el mayor entre cinco hijos de Ángel Savio, un mecánico muy pobre, y de Brígida, una sencilla mujer que ayudaba a la economía familiar haciendo costuras para sus vecinas.

Desde muy pequeñín le agradaba mucho ayudar en la Santa Misa como acólito, y cuando llegaba al templo muy de mañana y se encontraba cerrada la puerta, se quedaba allí de rodillas adorando a Jesús Eucaristía, mientras llegaba el sacristán a abrir.

El día anterior a su primera confesión le pidió perdón a su mamá por todos los disgustos que le había proporcionado con sus defectos infantiles. El día de su primera comunión redactó el famoso propósito que dice: «Prefiero morir antes que pecar».

A los 12 años se encontró por primera vez con Don Bosco y le pidió que lo admitiera gratuitamente en el colegio que el futuro santo tenía para niños pobres. Don Bosco, para probar si de verdad tenía buena memoria le dio un libro y le dijo que se aprendiera un capítulo. Poco tiempo después llegó Domingo Savio y le recitó de memoria todo aquel capítulo. Y fue aceptado. Al recibir tan bella noticia le dijo a su gran educador: «Ud. será el sastre. Yo seré el paño. Y haremos un buen traje de santidad para obsequiárselo a Nuestro Señor». Esto se cumplió admirablemente.

Un día le dijo a su santo confesor que cuando iba a bañarse a un pozo en especial, allá escuchaba malas conversaciones. El sacerdote le dijo que no podía volver a bañarse ahí. Domingo obedeció aunque esto le costaba un gran sacrificio, pues hacía mucho calor y en su casa no había baño de ducha. Y Don Bosco añade al narrar este hecho: «Si este jovencito hubiera seguido yendo a aquel sitio no habría llegado a ser santo». Pero la obediencia lo salvó.

Cierto día dos compañeros se desafiaron a pelear a pedradas; Domingo Savio trató de apaciguarlos pero no le fue posible. Entonces cuando los dos compañeros estaban listos para lanzarse las primeras piedras, Domingo se colocó en medio de los dos con un crucifijo en las manos y les dijo: «Antes de empezar, mirad a Cristo y decid: «Jesucristo, que era inocente, murió perdonando a sus verdugos; yo soy un pecador y voy a ofender a Cristo tratando de vengarme deliberadamente». Después podéis empezar arrojando vuestra primera piedra contra mí». Los dos enemigos se dieron la mano, hicieron las paces, y no se realizó la tal pelea. Por muchos años recordaban con admiración este modo de obrar de su amiguito santo.

Domingo Savio iba cada día a visitar al Santísimo Sacramento en el templo, y en la santa Misa después de comulgar se quedaba como en éxtasis hablando con Nuestro Señor. Un día no fue a desayunar ni a almorzar, lo buscaron por toda la casa y lo encontraron en la iglesia, como suspendido en éxtasis. No se había dado cuenta de que ya habían pasado varias horas. Tanto le emocionaba la visita a Nuestro Señor Jesucristo en el Sagrario.

Domingo Savio ganó el Premio de Compañerismo durante tres años seguidos por votación popular entre los 800 alumnos del colegio. Los compañeros se admiraban de verlo siempre tan alegre, tan amable, y tan servicial con todos. El repetía: «Nosotros demostramos la santidad estando siempre alegres».

Con los mejores alumnos del colegio fundó una asociación llamada «Compañía de la Inmaculada» para animarse unos a otros a cumplir mejor sus deberes y a dedicarse con más fervor al apostolado. Y es curioso que de los 18 jóvenes con los cuales dos años después fundó San Juan Bosco la Comunidad Salesiana, 11 eran de la asociación fundada por Domingo Savio.

En un sueño-visión supo que Inglaterra iba a dar pronto un gran paso hacia el catolicismo. Y esto sucedió varios años después al convertirse el futuro cardenal Newman y varios grandes hombres ingleses al catolicismo. Otro día supo por inspiración que debajo de una escalera en una casa lejana se estaba muriendo una persona y que necesitaba los últimos sacramentos. El sacerdote fue allá y le ayudó a bien morir.

Al corregir a un joven que decía malas palabras, el otro le dio un bofetón. Domingo se enrojeció y le dijo: «Te podía pegar yo también porque tengo más fuerza que tú. Pero te perdono, con tal de que no vuelvas a decir lo que no conviene decir». El otro se corrigió y en adelante fue su amigo.

Un día hubo un grave desorden en clase. Domingo no participó en él, pero al llegar el profesor, los alumnos más indisciplinados le echaron la culpa de todo. El profesor lo regañó fuertemente y lo castigó. Domingo no dijo ni una verdad, el profesor le preguntó por qué no se había defendido y él respondió: «Es que Nuestro Señor tampoco se defendió cuando lo acusaron injustamente. Y además a los promotores del desorden sí los podían expulsar si sabían que eran ellos, porque ya habían cometido faltas. En cambio a mí, como era la primera falta que me castigaban, podía estar seguro de que no me expulsarían». Muchos años después el profesor y los alumnos recordaban todavía con admiración tanta fortaleza en un niño de salud tan débil.

La madre de Don Bosco, mamá Margarita, le decía un día a su hijo: «Entre tus alumnos tienes muchos que son maravillosamente buenos. Pero ninguno iguala en virtud y en santidad a Domingo Savio. Nadie tan alegre y tan piadoso como él, y ninguno tan dispuesto siempre a ayudar a todos y en todo».

Don Bosco era el santo de la alegría. Nadie lo veía triste jamás, aunque su salud era muy deficiente y sus problemas enormes. Pero un día los alumnos lo vieron extraordinariamente serio. ¿Qué pasaba? Era que se alejaba de su colegio el más amado y santo de todos sus alumnos: Domingo Savio. Los médicos habían dicho que estaba tosiendo demasiado y que se encontraba demasiado débil para seguir estudiando, y que tenía que irse por unas semanas a descansar en su pueblo.

Cada mes, en el Retiro Mensual se rezaba un Padrenuestro por aquel que habría de morir primero. Domingo les dijo a los compañeros: «el Padrenuestro de este mes será por mí». Nadie se imaginaba que iba a ser así, y así fue. Cuando Dominguito se despidió de su santo educador que en sólo tres años de bachillerato lo había llevado a tan grande santidad, los alumnos que lo rodeaban comentaban: «Miren, parece que Don Bosco va a llorar». Casi que se podía repetir aquel día lo que la gente decía de Jesús y un amigo suyo: «¡Mirad, cómo lo amaba!».

Domingo Savio estaba preparado para partir hacia la eternidad. Los médicos y especialistas que Don Bosco contrató para que lo examinaran comentaban: «El alma de este muchacho tiene unos deseos tan grandes de irse con Dios, que su débil cuerpo ya no es capaz de contenerla más. Este jovencito muere de amor, de amor a Dios». Y así fue.

El 9 de marzo de 1857, poco antes de los 15 años, Domingo Savio, después de confesarse y comulgar y recibir la Unción de los enfermos, sintió que se iba hacia la eternidad. Llamó a su padre para que le rezara oraciones del devocionario junto a su cama (la madre no se sintió con fuerzas de acompañarlo en su agonía y su fue a llorar a una habitación cercana). Y a eso de las 9 de la noche exclamó: «Papá, papá, qué cosas tan hermosas veo»; y con una sonrisa angelical expiró dulcemente.

A los ocho días su padre sintió en sueños que Domingo se le aparecía para decirle muy contento que se había salvado. Y unos años después se le apareció a Don Bosco, rodeado de muchos jóvenes más que están en el cielo. Venía hermosísimo y lleno de alegría. Y le dijo: «Lo que más me consoló a la hora de la muerte fue la presencia de la Santísima Virgen María. Recomiéndele a todos que le recen mucho y con gran fervor. Y dígales a los jóvenes que los espero en el Paraíso».

Hagamos el propósito de conseguir la hermosa biografía de Santo Domingo, escrita por san Juan Bosco. Y hagámosla leer en nuestra familia a jóvenes y mayores. A todos puede hacer un gran bien esta lectura.

Domingo: ¡Quiero ser como tú!.

Vida de santo Domingo Savio: artículo original en el portal web de EWTN

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[ CELEBRAMOS ]

Canción «Pescador de hombres» de Cesáreo Gabaraín.

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[ EN FAMILIA ]

Película «Nuestra Señor de Fátima» (min 00.12-00.22)

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