San Roque González, un ejemplo para los jóvenes

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Roque González de Santa Cruz es el primer santo paraguayo y jesuita. Es un ejemplo de amor ardiente a Jesucristo, muy adecuado para los jóvenes de hoy, y fue un esforzado evangelizador y fundador de las primeras Reducciones Jesuíticas. Su fiesta se celebra el 20 de noviembre.

Antes de leer su biografía, es conveniente acceder a algún material videográfico, como el que ofrecemos a continuación.

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Vídeo de presentación de la vida y virtudes de san Roque, realizado por los Matris Milites con la intención de recordar al único santo paraguayo, como ejemplo de vida para la juventud y, especialmente, para todo su país, el Paraguay.

Documental San Roque González, el santo paraguayo, de ValdesTV Comunicaciones.

San Roque González de Santa Cruz

Nacido en Asunción, Paraguay, en 1576. Desde joven demostró una gran piedad ya que a los 14 años dirigió una procesión por el bosque en honor a la Eucaristía.

Fue ordenado sacerdote a la edad de 22 años y poco después nombrado párroco de la catedral de Asunción por el Obispo Martín Ignacio de Loyola.

El 9 de mayo de 1609 San Roque entró en la Compañía de Jesús y dos años mas tarde fue nombrado superior de la primera Reducción de Paraguay, San Ignacio Guazú. En la plaza de esta ciudad existe hoy una enorme estatua en su honor.

El deseo de llevar el evangelio a todo el mundo lo animaba a seguir adelante. El 22 de marzo de 1615 fundó una reducción en Itapúa (actual ciudad de argentina de Posadas) la cual pronto se trasladó a la otra orilla del río, en lo que es hoy Encarnación, Paraguay. Por eso se le reconoce como fundador y patrono de ambas ciudades. Otras dos Reducciones fundadas por San Roque González son: Concepción (1619) y Candelaria (1627).

El 15 de noviembre de 1628, celebró la Santa Misa cerca de Caaró (hoy día en Brasil), donde se planeaba una nueva reducción. Allí fue asesinado por un cacique llamado Nezú. Los asaltantes quemaron su cuerpo pero, milagrosamente, quedó intacto el corazón. Para gran asombro de los asesinos, el corazón del santo les habló haciéndoles ver lo que habían hecho e invitándoles al arrepentimiento. Este corazón tan lleno del amor divino para todos los hombres, se mantuvo incorrupto. Cinco años mas tarde fue llevado a Roma junto con el instrumento del martirio: un hacha de piedra.

Alonso Rodríguez y Juan del Castillo

El corazón de San Roque y el hacha fueron trasladados a Paraguay en 1960 tras una breve estancia en Argentina. Ahora están expuestos en la Capilla de los Mártires en el colegio de Cristo Rey, Asunción, Paraguay. En la misma capilla hay una placa con los nombres de 23 misioneros jesuitas martirizados en la región.

Es de notar que ninguno murió a manos de los indios guaraníes de las Reducciones sino por miembros de otras tribus que no les conocían o de los «paulistas». Estos últimos eran cazadores de esclavos procedentes de San Paulo, Brasil, que tenían a los padres por enemigos por su defensa de los indios.

La visión de San Roque sobre las Reducciones se conserva en una carta a su hermano Francisco: «Nosotros trabajamos por la justicia. Los indios necesitan estar libres de la esclavitud y de la dura servidumbre personal en la que ahora se encuentran. En justicia ellos están exentos de esto por ley natural, divina y humana»

En 1931 Roque de Santa Cruz y sus dos compañeros mártires, Alonso Rodríguez y Juan del Castillo, fueron beatificados.

Su corazón incorrupto y el hacha del martirio están en la Capilla de los Mártires en el colegio de Cristo Rey, Asunción, Paraguay.

San Roque fue canonizado por Su Santidad Juan Pablo II en su visita al Paraguay, en la ciudad de Asunción, Mayo de 1988. El primer Santo Paraguayo e inspiración para toda la humanidad

La familia del santo

La opinión de que Roque González de Santa Cruz era criollo, “hijo de la tierra”, por haber nacido de padres españoles de Asunción, se ve últimamente cuestionada por las investigaciones del jesuita Rafael Carbonell, que nos hacen pensar cada vez con mayor fuerza que doña María Santa Cruz no era una dama española, sino que nació de la unión entre Pedro Santa Cruz, abuelo de Roque, miembro del primer grupo de españoles que arribaron a las tierras del Paraguay, y la hija de un cacique guaraní.

El padre de Roque

De Bartolomé González de Villaverde, nacido en León por 1512, padre de Roque, consta que embarcó en una de las once naves de la expedición del adelantado don Pedro Mendoza, que puso rumbo al Río de la Plata el 24 de agosto de 1534. Soltero y joven, se desempeñó como uno de los capitanes de la gran armada conquistadora.

Entre las mil y una desventuras de esta accidentada expedición, Bartolomé González pasó a ejercer la profesión de escribano, dejando a un lado la de soldado, y para obtener las debidas licencias embarcó a España en abril de 1539, en una expedición enviada en busca de apoyo por Domingo Martínez de Irala, que asumiera el mando de los pocos españoles sobrevivientes en Asunción. Partió de regreso con 25 años, el 2 de noviembre de 1540, con su título de escribano real y público, oficio que ejerció hasta el fin de su vida.

Como señala Carbonell, “al destacar aquellas características fundamentales del escribano, comprenderemos sus requisitos y ponderaremos el ambiente en el ejercicio de su profesión. Asimismo, el influjo de su carácter y su modo de expresarse en sus propios hijos: desde la alternancia de la vida militar y la de escribano, hasta el castellano, gramaticalmente correcto con la palabra precisa, peculiar de los escritos del P. Roque González de Santa Cruz, o la capacidad para adecuarse a personas de muy diversa condición”

La madre mestiza

En contraste a los sólidos datos sobre Bartolomé González antes de su casamiento, en España y América, sobre María de Santa Cruz apenas se tienen datos que no sean los relacionados a su matrimonio y a los procesos posteriores relacionados a los diez hijos de la familia González de Santa Cruz.

Carbonell ha encontrado vínculos documentales en procesos en los que el escribano Bartolomé González actúa de oficio a favor de Pedro de Santa Cruz, ambos miembros del primer grupo de expedicionarios que vinieron con Mendoza.

Esta estrecha relación está corroborada por un documento recientemente descubierto por el investigador correntino Gustavo Sorg: “En la ciudad de Asunción, cabeza de estas provincias y gobernación del Río de la Plata, en 18 de enero 1602, el capitán Francisco González de Santa Cruz solicitó hacer una probanza de los mucho y calificados servicios que Bartolomé González mi legítimo padre hizo en estas provincias y gobernación del Río de la Plata a la majestad del Rey nuestro señor como uno de los primeros conquistadores y descubridores de estas dichas provincias, y por el consiguiente de los que hizo Pedro de Santa Cruz mi abuelo que también fue uno de los primeros conquistadores que vinieron de los reinos de Castilla con el Adelantado y gobernados don Pedro de Mendoza los cuales vinieron de estos dichos reinos a su costa misión” (Documento n. 12 en el Archivo General de Indias, Charcas 81).

El hermano mayor de Roque declara a Bartolomé González, su padre, y a Pedro González de Santa Cruz, su abuelo, compañeros de la primera expedición de don Pedro de Mendoza. Es sabido, por un lado, que los españoles solteros de dicha expedición que aparecieron por primera vez en Asunción, los caciques les ofrecieron sus hijas, con lo que la conquista se impuso más por vía del cuñadazgo que de las armas. Por otro lado, dadas las características riesgosas de estos viajes, de hecho, la mayor parte de los expedicionarios eran solteros.

Según las investigaciones de Carbonell, del mismo Bartolomé González consta descendencia fuera de su posterior matrimonio y es altamente probable que Pedro de Santa Cruz haya tenido asimismo su propia descendencia en Asunción. Teniendo en cuenta el viaje de Bartolomé González a España, sumado al hecho de que se casó con cuarenta años según Carbonell, hubo suficiente tiempo para que una hija de Pedro de Santa Cruz, nacida en Asunción, tuviera la edad suficiente para ser desposada por su compañero de viaje, el ya escribano Bartolomé González. El hecho de que éste se haya casado más bien tarde, no era una práctica rara, ya que los varones solían establecer unas bases económicas sólidas antes de hacerlo; de hecho, el hijo mayor de la familia, Francisco González de Santa Cruz, siguió la costumbre de su padre al casarse después de los cuarenta años. El promedio de edad de las mujeres para el matrimonio, sin embargo, estaba entre los 17 y 18 años.

Supuestos estos datos, se nos impone de manera más que probable que María de Santa Cruz haya sido engendrada por Pedro de Santa Cruz y la hija de un cacique guaraní, rango que se podía equiparar a la nobleza, con lo que Roque González tendría raíz bien plantada en la cultura guaraní, por la sangre de su madre y de su abuela.

La familia

Los hijos del matrimonio González de Santa Cruz eran diez hermanos, siete varones y tres mujeres: María, Francisco, Diego, Mateo, Bartolomé, Mariana, Pedro, Roque, una mujer sin nombre conocido y Gabriel. Entre los varones, tres fueron capitanes (Francisco, Diego y Bartolomé) y cuatro sacerdotes (Mateo, Pedro, Roque y Gabriel). La familia usufructuaba el beneficio de la concesión de tierras, con el servicio personal de indígenas asignados por encomienda.

Como nos dice Carbonell: “El modo de tratar a los indios del servicio dependía de cada familia. En el hogar de los González de Santa Cruz, familia numerosa, con la chacra y el viñedo en Tacumbú, cerca de Asunción, la convivencia con los guaraníes era cotidiana. Por la conducta de los diez hijos, el conocimiento de la lengua guaraní, la capacidad y el hábito de trabajo personal, la colaboración entre ellos y el respeto a la vocación y responsabilidad específica de cada uno, no dudamos en admirar a los padre; y más, en particular, a María de Santa Cruz, la madre entregada en el anonimato de la vida hogareña cotidiana y, como muy probable indicamos, con sangre guaraní en sus venas”.

La sangre no es agua

Son conocidos el gran amor y el compromiso irrenunciable a favor de los guaraníes que Roque González manifestó desde temprana edad. Su primera misión apostólica como sacerdote diocesano fue entre los guaraníes de la región del Mbaracuayú, de la que volvió para ser párroco de la catedral de Asunción. Sin duda uno de los motivos que llevaron a Roque a dejar de lado un brillante futuro eclesiástico y unirse a los jesuitas para iniciar la experiencia de las reducciones en el Paraguay, fue una opción muy definida por la causa de la evangelización de los indígenas.

Su gran dominio y elocuencia en el uso del guaraní junto con la fuerza de su determinación por catequizar, organizar y defender a los guaraníes de la voracidad colonial, por un lado, y de la rapacidad esclavista de los bandeirantes, por otro lado, no hacen sino reforzar la idea de que en su corazón corría sangre guaraní.

roquegonzalez_y_caciqueArasunu Marangatu, el anciano cacique guarani compañero de martirio de Roque González.

Las crónicas contemporáneas más importantes de cinco jesuitas sobre el martirio de Roque González, ocurrido el 15 de noviembre de 1628, en la recientemente fundada reducción de Todos los Santos del Caaro, coinciden en señalar que junto a Roque y a Alonso Rodríguez, que fueron ejecutados el mismo día y en el mismo lugar, también cayó asesinado por el Cacique Ñeesu y sus compañeros, un anciano cacique guaraní que levantó la voz en defensa de los dos jesuitas.

Denuncia

Pedro Romero, compañero de Roque González, encargado de la vecina Reducción de Candelaria de Caazapamini, que recogió los restos de sus compañeros mártires, incluido el corazón de Roque, cuenta en 1529 en carta al P. Vitelleschi, Superior general de los jesuitas, que este noble cacique no contuvo su reacción “pareciéndole mal que los tratasen de aquella suerte” encarándoles “que para qué trataban así a los sacerdotes; y luego allí le quebraron la cabeza, y le mataron con grande rabia y coraje”. Evidentemente la reprensión fue mucho más que un tímido comentario en voz baja, ya que generó una rabia mortal en su propio daño. Francisco Vázquez Trujillo, superior de las Misiones guaraníticas, en su carta del 21 de diciembre de 1629 hace referencia a “la muerte que padeció (el cacique); por defender los predicadores del Evangelio”.

Indignación

Juan Bautista Ferrufino, Procurador de la Provincia del Paraguay, llevó a Roma el corazón de Roque González. Pasando por España en 1633 presentó al Rey Felipe IV un relato del martirio de Roque, Alonso Rodríguez y Juan del Castillo; en el texto traducido del guarani al castellano barroco de la época, nos impacta el enérgico reproche del cacique: “¿Por qué, bárbaros, les habéis intentado tan atroz alevosía?… ¿Por qué pasasteis a encrueleceros con estos venerables cadáveres?… ¡Oh viles pechos!”. La incontenible indignación del venerable anciano, según hace notar esta crónica, habría sido por el escarnio al que sometieron los cuerpos de los muertos. “Cerraron con él y lo mataron”, comenta Ferrufino y añade “aunque no estaba bautizado, tan grande celo no parece que pudo ser sino sobrenatural impulso y luz de fe”.

Fiel amigo

Diego de Boroa, superior de la Provincia jesuítica del Paraguay, sensibilizado por el testimonio y el coraje de este buen hombre, consigna un pasaje muy significativo de su visita al Caaro en sus cartas anuas de 1632-1634: “Quedé impresionado ante un espacio de tierra acotado donde el viejo cacique, el fiel amigo de los jesuitas martirizados, también vertió su sangre… diciendo misa adonde cayó muerto el Santo viejo”.

Ejemplo para jóvenes

Antonio Ruiz de Montoya en su libro La conquista espiritual del Paraguay impreso en Madrid en 1639, también se hace eco de la muerte del cacique contando como “cerraron con él, y a crueles golpes lo mataron”. Y, por lo que nos cuenta Montoya, el coraje del viejo hizo con que otros también levantaran la voz ante el crimen, ya que según nos relata, “la misma reprensión hicieron dos muchachos atravesados de filial dolor de ver el destrozo que en brevísimo tiempo hicieron en sus queridos Padres; tuvieron los por matar, pero escaparon la vida, y aún la dieron a los Padres de otras reducciones, yendo por ocultos caminos a avisarles del fin del P. Roque y su compañero”.

Un trueno en el cielo

Aunque en 1932 al presentar en Roma la causa de los mártires del Caaro, se incluyeron referencias históricas del valiente anciano, no se ha consignado su nombre puesto que ninguna de las crónicas de la época del martirio lo registra. Sabemos por los cronistas que no estaba aún bautizado, que se estaba preparando como catecúmeno para recibir el bautismo y que era suegro de Guarobay, uno de los primeros caciques que recibieron a Roque en las riberas del Río Uruguay.

En los últimos años se ha reavivado el interés por recuperar la figura y el testimonio cristiano de este hombre ejemplar y el deseo de exaltar su testimonio cristiano. Cabe pues darle el nombre de “Arasunu”, conforme al papel que cumplió de encarar con “voz de trueno” la violencia y la crueldad, al precio de su propia vida. Actualizando, como profeta, la denuncia de Dios a Caín: “¿Qué has hecho? Habla la sangre de tu hermano y desde la tierra grita hasta mi” (Génesis 4, 10).

El coraje para defender la verdad y despreciar el peligro que evidentemente conocía, movido por su fe, han bastado a la Iglesia católica para dar el título de mártires a muchos que venera a lo largo de los siglos, a muchos cuyos nombres no registraron las crónicas y aún a quienes no estaban bautizados, por considerar su martirio como un “bautismo de sangre”, que los asocia de una manera muy especial a Jesucristo en su muerte y por lo tanto a su gloria.

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