
Qué bello es vivir (It's a wonderful life), es una película deliciosa y repleta de valores. Sin duda, una de la mejores películas de la historia del cine, al menos una de la más auténticas. Frank Capra —el artífice— no dudaba en afirmar que era su favorita y lo mismo le sucedía a Jimmy Stewart.
Es una película, claro, de las de antes. Su historia que nos enseña la importancia que tiene el darse a los demás y la trascendencia y repercusión que las buenas obras de cada uno tienen en el cielo... y en la tierra. Es una película optimista, divertida, muy humana, alegre y, desde luego, esperanzadora. Y es que después de verla lo primero que se piensa es en... ¡qué bello es vivir!
La película cuenta —desde la óptica católica— la vida de un hombre, George Bailey (James Stewart). Cuenta la historia de su vida. Pero comienza desde el presente, de forma que prácticamente todo el film es un especie de flashback. En un determinado momento, George, desesperado por un problema en los negocios, piensa en suicidarse para pagar la deuda económica con su seguro de vida. Y ese día es precisamente el día de Navidad. Ante tal situación Dios acude en su ayuda enviándole a un ángel, Clarence, para salvarle. Éste le hace ver lo valiosa que ha sido su vida y lo mucho que ha repercutido para el bien de Bedford Falls. Y se lo hace ver, concediéndole un gran privilegio: viendo lo que hubiese sucedido si él no hubiese existido... George comprueba la enorme repercusión y trascendencia que los mil pequeños detalles de su vida han tenido en la vida de los demás. Y así, George —un tipo estupendo y con un gran corazón— entiende que el don de la vida es el más grande que ha recibido y recupera la alegría de vivir...